Capítulo 4
lunes, 2 de mayo de 2011
Acabo, sin ser del todo consciente, tirada en la suave arena de la playa, con los ojos cerrados, escuchando el rumor de las olas al romper en la orilla. La salada brisa marina recorre juguetona mi rostro, sacándome una media sonrisa que creía ya no ser capaz de esbozar. Tras un largo tiempo, me levanto sacudiéndome toda la arena de encima y voy hacia mi casa, que por suerte, estará vacía. Voy sumida en mis pensamientos sin ser consciente de todo aquello que esta a mi alrededor.
Ya en la verja del jardín saco las llaves y entro en casa. El silencio es mortalmente doloroso, ya que te incita a sacar esos recuerdos que quieres mantener olvidades sin éxito alguno. Subo a mi habitación y me siento en la cama con las piernas cruzadas. Mi vida desde el accidente va cayendo en picado cuesta abajo y sin frenos. No encuentro nada que me haga sonreir, que me haga sentirme importante, no hay nada que logre devolverme lo ilusión. Sin saber muy bien por qué, saco el portatil de debajo de la cama y lo enciendo, y con dedos temblorosos me meto al tuenti, la red social sin la que hace tres meses no podía vivir y a la cual, ahora tengo un pánico atroz. Una vez dentro de mi perfil los menajes en verde, los comentarios y las fotos me golpean ferozmente. Tanto tiempo sin meterme, tantas caras que quería olvidar. Pasando de todas las lucecitas verdes, vuelvo a ver las fotos de Elly y mías. Se nos veía tan feliz. Pasamos tantos momentos juntas que duele ver como han podido cambiar tanto nuestras vidas. Tras un rato de pasar fotos interminables, veo como alguien me habla por el chat, estaba tan verviosa que se me había olvidado desconectarme. Es Ricky, el exnovio de Elly.
"¿Por qué?" es lo único que pone, tan incomprensible, tan ilógico.
"¿Por qué que?" Escribo con temor.
"¿Por qué tuviste que hacerle eso? ¿Por qué tuviste que meterla en ese mundo? Si no le hubieses dicho nada, si no la hubieses arrastrado contigo a esa locura ahora estaría viva" Mi corazón se para por unos segundos y las lagrimas resvalan veloces por mis mejillas. Sus palabras se sienten en mi pecho como cientos de dagas clavadas a conciencia en los nervios donde el dolor será mayor. Me está echando la culpa de la muerte de Elly. Siendo sincera, siempre, desde que pasó, no paró un segundo en el que no me sientiese responsable, pero oirlo de otra persona, ver como me acusan de ser su asesina es mil veces peor. La desesperación crece con fuerza dentro de mi y no soy capaz de reaccionar. Quiero gritar para sacar toda la rabia que siento. Intento ponerle algo pero soy incapaz de negar tal acusación. Cerrando con fuerza el portatil salgo corriendo al jardín, pero esta vez el aire fresco no me calama. Mi cortazón sigue sufiendo, mi mente es incapaz de pensar en nada coherente y mis uñas se clavan ferozmente en las palamas de mis manos. Me duele todo, pero el dolor no es físico, sino del alma, que es mil veces peor. ASí que en un momento de desesperaciín y de locura, saco un pequeño cuchillo de la cocina y me hago dos pequeños pero profundos cortes en las muñecas. Mi sangre empapa la verde hierva del jardin y mi cabeza empieza a dar vueltas. No, no intento suicidarme, solo intento buscar una vía de escape para todo el dolor que se ha implantado en mi corazón, y el dolor físico es lo único que encuentro, solo quiero hacerme daño, mucho daño, tanto como el que le hice a Elly. La sangre sigue saliendo y noto el palpitar de las venas en mis muñecas. Fui previsora y saqué dos pequeños paños de la cocina, así que con delicadeza y eficacia empiezo a vendarme las manos. En el proceso, oigo como la puerta del jardín se abre. Estoy sentada de espaldas a ella así que no se quien es. Con un ligero movimiento de cabeza veo quien es el intruso que osa molestarme. Me quedo en shock muda. ¿Qué hace el aquí?
-Oh porfavor, tenían que contratarme justo en tu casa ¿no?- Es Mario que sigue con esa profunda mirada de asco en sus intensos ojos verdes.
Soy incapaz de hablar, tengo un nundo en la garganta.
-Necesito que te metas en casa, tengo que trabajar, soy el jardinero- sus palabras son como el hielo, frías y cortantes.
Pero yo soy incapaz de moverme, las piernas son incapaces de sostenerme y cada movimiento me produce un intenso mareo. Y sin darme cuenta empiezo a sollozar de nuevo. Todo es tan complicado, solo quiero que se vaya y me deje con mi dolor, sola. Pero hace todo lo contrario, se acerca con cara malhumorada hasta mi, pero cuando ve toda la sangre que me rodea y mis muñecas se pone pálido y el miedo se refleja en su perfecto rostro. Es tan guapo, ese pelo rubio castaño que siempre lleva despeinado, su rostro bronceado y suave, pero a la vez duro cuando tiene que serlo y sus ojos, esos ojos verdes que muestran todo lo que siente. Sonrío, debo estar delirando porque empiezo a reirme, es una risa débil, pero la única que he soltado en mucho tiempo. Noto como Mario me tumba en su regazo y empieza a alisarme el pelo.
-Kat, ¿qué has hecho, qué has hecho?
Al ver que no contesto se pone tenso.
-Kat dime algo por favor dime algo.
-¿Por qué?
-¿Por qué que?- dice en un susurro.
-¿Por qué estás aquí ayudándome, porque te preocupaste el otro día por mi, por qué te fijas en mi? Yo era invisible, nadie sabía que existía.- mi voz suena pastosa y es más leve que un suspiro, pero él ha entendido todo lo que he dicho.
-¿Y por qué no iba a hacerlo?
-Porque así es mas difícil sentime como una mierda, porque si tu estas a mi lado me olvido de que yo tuve la culpa y pienso en que podré salir de este pozo.- Las lágrimas han vuelto a mis ojos y Mario me las seca con delicadeza.
-¿Que tiene eso de malo?- dice sonriendo.
-Todo, porque jamás tengo que olvidar lo que hice, no es justo sentieme feliz después de todo.
Sé que no ha entendido nada de mis palabras pero no insiste, despacio se levanta dejándome tirada en el suelo.
-¿Dónde vas?- se que es contradictorio, por un lado quiero que se vaya y que me deje, no quiero ni su lástima ni su amistad, no la merezco, pero por otro lado el simple hecho de pensar que se vaya dejándome ahí sola me mata.
-Tengo que llamar a una ambulancia.
-¡No!- intento gritar para parecer convincente pero es imposible- no al hospital no, porfavor.
Sus ojos me miran intensamente, pidiéndome perdón por lo que va a hacer, lo veo, lo sé, no va a hacerme caso. y Con movimientos rápidos y precisos marca el número 112 en el móvil.
Intento levantarme para quitarle importancia al asunto, después de todo los cortes no han llegado a ninguna vena, son profundos pero no tienen peligro, pero soy incapaz de moverme. Mario vuelve a acercarse a mi y antes de que pierda el conocimiento susurra:
-Lo siento.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho tu blog, cada parte tiene un toque único, se nota tu personalidad en todo y escribes de una forma que te envuelve, volveré a leerte!
Un saludo.
bueno a decir verdad ya no le kiero arrancar la garganta ia me esta callendo bien jejejejeje te dejo mi super huella YO ESTUVEAQUI!!!
en serio le tengo cariño a mario en serio tengo una musica triste puesta y con tu historia por primera vez en mi vida voy a llorar ay me niego!!! besitosss!!
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